Agujas del reloj que marcáis el paso del tiempo. Ese tiempo que no pasa, pasamos nosotros por él. Nuestras vidas son tiempo. Tiempo que pasó, tiempo que está, y tiempo que ha de venir.
¿Por qué nos asusta ver el tiempo transcurrir? ¿Quizá porque vemos cercano nuestro fin? Somos temerosos de ver como nuestra vida se evapora. Se marcha y dejamos nuestra sombra reflejada, en las fuentes que bebimos en los árboles que nos cobijaron y nos proporcionaron su sombra.
¡Es tan leve el paso de nuestro existir! Cual suspiro de un alma enamorada. Que deja su aliento en el viento y nos fija en su memoria. Pero ¿Qué es la memoria sin el paso del tiempo?
Dijo un viejo sabio: Al tiempo le pido tiempo… y el tiempo, tiempo me da. No preguntes por saber. Pues el tiempo te lo dirá.
Así que pedimos tiempo, tiempo para asimilar los aconteceres. Nacer, vivir, morir. Tiempo que deja a fuego marcado nuestro existir, con hierro acerado para que nuestra memoria no sea vaga.
Y nunca deje de saber que todo lo que vivimos es tiempo. Y ese tiempo que nos consume y nos quema, al fin y al cabo es nuestro compañero y nos guía, para que nuestra vida, jamás este perdida.
Alberto Fernández Noviembre 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario